Castilla-La Mancha posee un gran potencial turístico gracias a su patrimonio histórico artístico. Museos, parques arqueológicos y yacimientos visitables constituyen un activo cultural de primer orden y, sin duda, la Villa romana El Saucedo, en Talavera La Nueva (Toledo), te acercará un poco más a la historia del lugar.
Un enclave arqueológico que se encuentra en la vega derecha del Tajo, a unos 5 km aguas abajo de Talavera de la Reina, la antigua Caesarobriga. “Está en la parcela de concesión número 7068 del Plan de Regadíos de la Vega del Alberche, parcela que se encuentra a menos de 1 km al norte de Talavera la Nueva, junto al arroyo Baladíes o Albaladiel, dentro del municipio y comarca de Talavera de la Reina”, especifican a InfoCLM Raquel Castelo Ruano, arqueóloga, codirectora del equipo de investigación El Saucedo y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid; así como Ana María López Pérez, arqueóloga y codirectoras del equipo de investigación El Saucedo. Un dato histórico y curioso es que, señalan las arqueólogas, en época romana la villa “perteneció a la provincia de la Lusitania y, en concreto, al Conventus Emeritensis, muy próxima a la vía de comunicación número 25 del itinerario de Antonino, que unía la antigua Caesaraugusta (Zaragoza) con Augusta Emerita (Mérida)”.
Importancia de la villa romana El Saucedo
El Saucedo es la única villa romana excavada y estudiada en profundidad de las que se encuentran documentadas en el territorio controlado por la antigua Casaerobriga. Es más, inciden Castelo y López, “es este sitio de El Saucedo un lugar de especial relevancia en el contexto del poblamiento rural y la explotación agropecuaria de la zona del Tajo y aporta datos importantes para la reconstrucción del proceso de reorganización de la estructura productiva característica de la tardoantigüedad en la región, así como de otros procesos de transformación socioeconómica a gran escala. Además, ofrece una amplia información acerca de la vida cotidiana de los usos y costumbres propios de una época que amplían el marco de conocimiento y nos acercan a la realidad humana de las gentes que trabajaron, construyeron y, en definitiva, vivieron en este territorio antes que nosotros”.
El profundo conocimiento científico del yacimiento junto a su catalogación como Bien de Interés Cultural, han permitido que el gobierno regional destine 250.000 euros a su consolidación y puesta en valor, trabajos que se realizarán con cargo a los Fondos de Recuperación, Transformación y Resiliencia, asignados a Castilla-La Mancha.
El Saucedo, explican las arqueólogas, fue un pago de viñas perteneciente a una gran hacienda denominada La Alcoba, propiedad de los monjes Jerónimos del Convento de Santa Catalina (Talavera de la Reina), al menos desde comienzos del siglo XV. “La primera mención documentada del nombre de El Saucedo se encuentra en el libro Anotaciones a la Historia de Talabera escrita por Francisco de Soto en 1768”, es más, citan Castelo y López, que el término puede tener su origen “a partir de un antiguo Sali(ce)tum, con el significado de sitio poblado de sauces, como indicó el padre Fidel Fita en 1883. Los análisis de pólenes realizados para conocer el paisaje existente en torno a la villa en la antigüedad nos indican el alto porcentaje de sauces existentes en la ribera del arroyo Albaladiel, que discurre próximo a la villa”.
Historia de El Saucedo
Las noticias sobre los primeros hallazgos arqueológicos realizados en El Saucedo se remontan a mediados del siglo XVII, “cuando el monje jerónimo del convento de Santa Catalina, Alfonso de Ajofrín, menciona en su obra Historia de Talavera antigua Elbora de los carpetanos (1651) el hallazgo de un ara dedicada a las ninfas, pieza que actualmente se encuentra desaparecida”, inciden Castelo y López. “El padre Fidel Fita es el primero que identifica los restos como pertenecientes a una villa romana tras su visita a la finca en 1882, donde pudo documentar otros materiales arqueológicos como monedas, cerámicas, molduras de mármol, tejas, etc.”.
En 1950, señalan, el Instituto Nacional de Colonización extendió hasta la finca el regadío, apareciendo un gran número de hallazgos durante las obras, “pero no se les dio importancia. Nueve años después, el dueño de El Saucedo, Don Eugenio Manzano, al construir un pozo y una casa de labor dejó al descubierto los cimientos de antiguas habitaciones y conservó algunos de los objetos recuperados en espera de que alguien revelara su significado”. Es más, inciden Castelo y López en que en 1964 “Martín Aguado, delegado de Excavaciones de Toledo, junto a Clemente Palencia y Marcelo Vigil, excavador del circo romano de Toledo, realizaron varios viajes para explorar el lugar de los hallazgos, pudiendo reconocer los vestigios de una espléndida villa romana. Tras dichas visitas Aguado redactó varios informes enviados a la Dirección General de Bellas Artes. Sin embargo, a pesar de dichos informes que señalaban la importancia de los restos, la villa continuó en el olvido hasta las intervenciones realizadas por Matilde Revuelta (directora del Museo de Santa Cruz de Toledo) en 1981 como consecuencia de una serie de expoliaciones que pusieron al descubierto la piscina bautismal de inmersión y varios pavimentos musivarios”. Es en 1981 cuando el equipo de la Universidad Autónoma de Madrid se hizo cargo de los trabajos arqueológicos que han continuado hasta hoy.
Trabajos arqueológicos en El Saucedo
Unos trabajos arqueológicos con los que se apuesta por el patrimonio cultural que alberga El Saucedo. La primera campaña de excavación se llevó a cabo en 1982. “Si bien en 1981 fue concedido el permiso de excavación a los profesores de la Universidad Autónoma de Madrid: Manuel Bendala Galán, Carmen Fernández Ochoa y Alfonso Caballero Klink, no fue posible afrontar la excavación en ese año, retrasándose los inicios de las intervenciones sistemáticas a 1982”, desgranan ambas arqueólogas. Así, matizan que las intervenciones se reanudaron en 1986, cuando la parcela en la que se enclava el yacimiento fue adquirida por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. “En esta ocasión la campaña fue dirigida por Manuel Bendala Galán y María Luisa Ramos Sainz. De nuevo los trabajos fueron interrumpidos hasta el año 1994, cuando el arqueólogo talaverano Domingo Portela fue el encargado de controlar las obras del vallado del yacimiento para acabar con las visitas incontroladas de curiosos y clandestinos”, inciden. Los trabajos realizados por la Universidad Autónoma se reanudaron en 1995, siendo dirigidos a partir de ese momento por Manuel Bendala Galán y Raquel Castelo Ruano. Además de manera puntual fueron también directores de los trabajos Raúl Arribas Domínguez y María Aguado Molina para, posteriormente, en 2004 incorporarse ya de manera ininterrumpida hasta la actualidad Ana María López Pérez.
La villa de El Saucedo formó parte desde 2000 al 2010 del Plan de Excavaciones Sistemáticas financiadas por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. A lo largo de todos estos años de intervenciones han trabajado en el yacimiento un gran número de peones arqueológicos (en su mayoría mujeres) de Talavera La Nueva, desgranan las arqueólogas. “Con la crisis económica posterior al 2010 los trabajos quedaron interrumpidos hasta el año 2014, momento en el que comenzaron a convocarse los Proyectos de Investigación del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de Castilla-La Mancha”, así matizan que desde ese momento hasta el año 2022 El Saucedo ha sido beneficiado con estas subvenciones.
Durante todo este tiempo las actuaciones llevadas a cabo por el equipo han sido, desgranan Castelo y López, además de la excavación arqueológica, la conservación y restauración de las estructuras arquitectónicas y de los materiales encontrados, “la investigación cuyos resultados han sido dados a conocer tanto en revistas especializadas como en congresos nacionales e internacionales, sin olvidar nunca la divulgación a través de diferentes exposiciones temporales en Talavera La Nueva, Talavera de la Reina y Madrid, Jornadas de Puertas Abiertas, conferencias y divulgación en prensa”.
Hallazgos en El Saucedo
Una villa cargada de sorpresas y es que gracias a los hallazgos arqueológicos se ha podido determinar la amplia cronología de la misma. “Si bien no hemos documentado los restos arquitectónicos de época altoimperial, su existencia está demostrada, fundamentalmente, por el hallazgo de producciones cerámicas datadas a partir de la segunda mitad del siglo I d.C.”, señalan la arqueólogas.
La lujosa villa palaciega fue construida a finales del siglo III/principios del siglo IV, datan las arqueólogas, “construcción que se mantuvo hasta finales del siglo V/comienzos del siglo VI, cuando una parte del área residencial fue convertida en una basílica de culto cristiano dotada con una piscina bautismal de inmersión. Su final tuvo lugar a principios del siglo VIII como consecuencia de una razzia perpetrada por el ejército musulmán cuando conquistó la ciudad de Talavera”.
Los hallazgos más importantes inciden que corresponden a la villa palaciega de la que “solo conservamos su pars urbana organizada en torno a un espacio ajardinado central rodeado de una galería porticada que da acceso a las diferentes estancias circundantes. El elemento principal del peristilo/jardín lo constituye un estanque ornamental que se convierte en el eje escenográfico de la construcción. El agua, junto a la fauna, flora y ornamentación escultórica hizo de este espacio un refugio donde disponer de tranquilidad, favoreciendo el disfrute del ocio además de ejercer un importante papel de representación y prestigio cargado de contenido ideológico”.
Entre las estancias distribuidas en torno al peristilo destaca el oecus (lugar de recepción del dominus), el espacio convivial, ambiente donde tenían lugar los banquetes organizados por el señor de la casa, formado por cuatro estancias con cabida para 25/28 comensales y el doble complejo termal, uno de los pocos ejemplos documentados en Hispania. “Todas estas habitaciones estuvieron ricamente decoradas con revestimientos parietales y pavimentales realizados con placas de mármol, algunos de ellos importados de canteras lejanas, pinturas murales y mosaicos con motivos geométricos y figurados”, especifican.
De la etapa basilical destacan la construcción del baptisterio que “alojaría la piscina bautismal de tipo cruciforme, siendo esta uno de los pocos ejemplos que se conservan en España, así como el altar, realizado en granito y decorado con un crismón”.
Es más, apuntan Raquel Castelo Ruano y Ana María López Pérez, la explotación agrícola y ganadera realizada en etapa bajoimperial “continuó durante los siglos VI al VIII, documentada a través del hallazgo de un horreo y de un aprisco. En este último espacio se hallaron los restos de un niño de unos 7 años decapitado que murió junto al rebaño de ovejas y cabras que cuidaba, acontecimiento acontecido un día de primavera del 711 o 712”.
La Villa romana de El Saucedo, un viaje en el tiempo.